26 marzo 2006

Despertando a los espíritus

Una imagen vale más que mil palabras, dicen.

La verdad es que no lo creo en absoluto. Pienso, más bien, que una única palabra, dicha como corresponde, en el momento adecuado, con la entonación justa, con el sabor único de cada sonido; o escrita en el entorno más preciso, con la decisión más meditada y con la intención más firme, no puede ser más elocuente que la más rica de las imágenes.

O no.

Quizá un imagen, una única imagen sea capaz de disparar tantos sentimiento y pensamientos, que la sola idea de poner todo eso en palabras sea tan aterrorizadora que preferimos negarla. Porque sería un bochorno tener que reconocer que nuestra lengua y nuestra capacidad de expresión no son suficientes para decir una imagen. Una única imagen.

¿O no?

Quizá deba reconocer que no tengo la más mínima idea. ¡Qué buena idea! Hasta podría echarle a esta confusión toda la culpa de mi incomunicación. Quizá cuando tuve que decir algo importante sólo mostré una imagen. Quizá cuando necesité la imagen no supe más que hablar.

O escribir.

La cuestión es que hoy tengo dos imágenes que surgieron porque el otro día estaba mi amigo Fono en casa y nos metimos con los espíritus. Las imágenes que ven a continuación son fotos tomadas sin ningún tipo de truco. Fueron hechas en una sola toma, sin superposiciones. No están posproducidas en Photoshop ni nada de eso. Son fotos de primera mano.

Y quizá no digan nada.



O quizá sí.



¿Un desperdicio de recursos?

Decía que nos metimos con los espíritus pero que nadie se preocupe, sigo tan escéptico como simpre. La idea de estas fotos surgió mientras nos tomábamos unos whyskies. Infalible. Los espíritus destilados no soportan muy bien el encierro y tienden a salir apenas vislumbran una oportunidad.

Total que éstas son sólo dos de las fotos que hicimos. Fue bastante divertido, aunque deba reconocer que no muy original.

Quizá publique alguna otra cuando me quede mudo. Para que ella se encargue de decir las mil palabras que me corresponden a mí.